Comparte

Hace más de 20 años que viví esta anécdota, donde literalmente volví a nacer, un 26 de agosto de 2000.

La fecha la tengo muy presente, dado que prácticamente volví a nacer ese día, una serie de pequeños errores que sumados pueden inducir a sucesos lamentables, y qué mejor que experimentar en cabeza ajena.

Un fin de semana de verano decidimos ir a escalar a Potrero Chico; fuimos Rubén, Gloria, Jaime, Alfonso y yo. El día estaba soleado, así que decidimos ir a la pared de la Virgen y conocer esa zona, para escalar unas rutas de grado 10.

Fuimos por las rutas que están donde termina el camino al mirador en el sector de la pared de la Virgen, usamos cuerdas de 60 metros, y apenas si bastaba para las rutas que miden más de 30 metros pero con la elongación apenas llegas.

No había mucha gente, salvo una pareja de canadienses, que escalaba a lado de nosotros, y la chica estaba muy guapa, realmente era difícil concentrarse en la escalada junto a ella. Cuando llegó mi turno lo hice muy bien, y luego de llegar a las cadenas Rubén me bajó en belay.

Las rutas donde escalamos iniciaban desde una saliente de un metro de ancho, a unos 4 metros del nivel del suelo, sobre un terreno irregular con arbustos y rocas dispersas. Faltando 20 cm. Para tocar el suelo en la saliente se terminó la cuerda, y malamente no acostumbrábamos poner un nudo al final de la cuerda para evitar accidentes. Distraídos por la chica no me coloqué en forma correcta y Rubén perdió el control del belay en esos escasos ya 10 cm donde la cuerda se salio completamente y caí con un pequeño brinco al suelo.

El problema fue caí justo en la orilla de la saliente y con el impulso me caí hacia atrás de espaldas hacia el nivel inferior de la saliente, lo peor fue que al caer mi cuerpo giró y yo caía en picada de cabeza hacia el fondo, agregándole que yo no portaba casco de seguridad. Estaba en verdadero peligro, mis compañeros sólo me vieron desaparecer en mi caída y temieron lo peor, no se atrevían a ver cómo estaba, imaginando mi cuerpo ensangrentado en el fondo.

En los escasos segundos de mi caída libre, la adrenalina explotó en mi cuerpo, alertando todos mis sentidos al máximo, de forma que mi mente trabajaba a gran velocidad pareciendo que los segundos fueran minutos. Primeramente mantuve la serenidad y vi que caía sin control cabeza abajo, la cuerda que tenía atada a mi cintura no podía detenerme. Analizando mi situación debía actuar rápidamente, necesitaba girar mi cuerpo para caer de pie y no destrozar mi cabeza en las rocas o quebrarme el cuello; debía caer con las piernas y que estas absorbieran el impacto y tener un daño menor.

Al ir de espaldas a la pared no podía calcular que tan alejado estaba de ésta, si lograba tocarla me ayudaría a girar más rápido, pero no veía donde, así que sólo me encogí para girar y en eso toqué la pared con mi espalda girando rápidamente, gracias a Dios lo había logrado, sin embargo mi cuerpo aún conservaba la inercia del giro, para evitar girar de nuevo expandí mi cuerpo al máximo y conservé la posición; vaya que el haber estado en gimnasia aunque sea un corto tiempo fue de gran ayuda para poder hacer dicha maniobra.

Ahora sólo esperaba el tremendo golpe en el suelo, no supe cómo había logrado girar sin lastimarme pero afortunadamente ya sólo temía dañarme las piernas y no las partes vitales. De pronto me percaté que estaba detenido, ya no seguía cayendo, al parecer me encontraba de pie, con temor examiné mi estado; para mi gran fortuna, estaba parado en el suelo firme, no sobre rocas irregulares, sino sobre un pequeño plano, mis piernas no habían sufrido lesión alguna, mis brazos, tronco y cabeza estaban en perfectas condiciones, sin daño alguno.

No podía dar crédito a lo que acababa de suceder, Dios no sólo me mantuvo con vida, sino que estaba sano y salvo sin daño alguno, sólo me queda agradecer y dar testimonio de cómo me salvó, fue como si me hubiese levantado sin dejar que mi cuerpo se lastimara.

Miré hacia arriba y vi por dónde había caído, no podía haber caído en mejor lugar, era una roca muy lisa a los lados se erguían peligrosas ramas a forma de lanzas que podrían haberme perforado, además donde caí no había rocas. Fue una caída de 4 metros aproximadamente, fue la distancia exacta para salir con bien; se conjuntaron muchos factores y variables que increíblemente contribuyeron a que no vea más que una razón por la cuál no me pasó nada, la mano de Dios; sin embargo, debo aprovechar su benevolencia y descubrir el propósito para el que estoy aquí.

Al ver arriba no vi a mis amigos, así que les grité “estoy bien”, de pronto se asomaron unas cabezas asustadas, Gloria y Rubén, no pudiendo dar crédito a lo que veían, me pidieron que me quitara la camisa para examinarme, sólo tenía un ligero raspón en la espalda donde me apoyé para girar.

Después del tremendo susto, seguimos escalando, yo descansaba mientras Gloria subía una ruta de 10 c; Rubén le decía que moviera su pie, pues la cuerda pasaba detrás de su tobillo y si caía giraría de cabeza pudiendo lastimarse pues no portaba casco de seguridad; Gloria no hizo caso, y desafortunadamente si cayó girando y golpeándose en la cabeza asemejando una campana contra la pared, ella permaneció dos segundos sin moverse lo que nos espantó, yo ya esperaba ver un hilo de sangre brotando de su cabeza, sin embargo no le pasó nada en la cabeza, su espesa cabellera amortiguó el golpe y además terminó la ruta. De esa caída sólo tuvo una lesión en una costilla que por la adrenalina no la pudimos apreciar.

Luego de esto decidimos escalar en la pared de la Ola, donde decidí escalar de nuevo ya un poco repuesto de la adrenalina, iba muy bien, hasta que aseguré la última banda, previa a las cadenas, y volé sólo que metí el pie en la cuerda y me lo torcí, no pudiendo escalar más y me bajé sin terminar la ruta, luego nos dirigimos a la pared de las estrellas.

Ahí Gloria estaba subiendo en yoyo y se salió de la ruta, no pudiendo regresar a la original. Se asió de una roca floja y se llevó volando yo le estaba dando seguro y no le pasó nada, pero la roca cayó sobre nosotros, era muy grande y caía erráticamente, pues rebotaba y no sabíamos donde caería exactamente, no sabíamos hacia dónde movernos, yo tan sólo me pegué a la pared esperando no ser golpeado ya que estaba atado a Gloria, los demás hicieron lo que pudieron.

La roca se partió en dos y salió disparada hacia Jamie, una parte le pasó por el frente y la otra le rozó la espalda, saliendo apenas bien librada del golpe. Ya después de tantos accidentes decidimos regresar a casa.

Leonardo Zamora "Fugaz"
Leonardo Zamora “Fugaz”


Comparte
Share:

administrator